domingo, 20 de abril de 2014

Venturas

El viaje a Playa Ventura que llevábamos planeando más de dos meses por fin llegó.
Cinco parejas disparejas (entre novios, primos, amigos, hermanos, desconocidos) y Akiles, un galgo simpático,  nos dispusimos en la madrugada del sábado 12 de abril a salir huyendo del Distrito Federal para tocar otros aires.
 En el camino nos detuvimos por la tradicional cecina de 4 Vientos y entre eso y algunos retrasos de velocidad nuestro camino fue de 7 horas aproximadamente.
Llegamos al Mesón Casa de Piedra, en donde sería nuestro hogar por los siguientes 6 días; Israel, Juani, Radka, Antonio, José y por supuesto Dylan, fueron nuestros principales anfitriones, sin olvidar a Darma y Blacky, un par de gran (de verdad gran) daneses que hicieron aún más completa la bienvenida.
El mar nos recibió agitado y acompañado del viento; el paisaje nos recordaba que las vacaciones ya habían comenzado.
Al principio, en un lugar tan tranquilo y sencillo como lo puede ser una playa virgen, 6 días parecían demasiado, sin embargo el tiempo pasó rápido.
Muchas sorpresas nos tocaron. El primer  y segundo día la luna llena impactante nos acompañó mientras bailábamos, el tercero pudimos ser parte de la liberación de tortugas y entusiasmarnos sabiendo que en nueve años algunas de las que logren sobrevivir al mar y sus dificultades regresarán al mismo lugar ¿estaremos ahí para verlo? ¿qué será de nosotros y nosotras en nueve años? No lo sabemos.
El cuarto día disfrutamos la luna con el eclipse que con el sonido de las olas se hacía aún más imponente.
El quinto, la tradicional fogata nocturna hizo presente el único elemento que faltaba; el fuego.

Entre juegos, risas, volibol playero, esquiada en el mar, hamacas y atardeceres, las horas se pasaban como agua, los antojos nos invadían y en la noche nos deleitábamos con pizzas hechas por un italiano que se había quedado en México enamorado del clima y de una mexicana.
Por si todo esto fuera poco, la última noche pudimos disfrutar del plancton que en las olas y con el movimiento brillaba como si las estrellas se pudieran tocar.
Hot cakes, ostiones, chocomilk, pescado, camarones y otros platillos alimentaban nuestro paladar y nuestra paciencia pues lejos de la ciudad los tiempos son diferentes y los ritmos más clamados.
Nuestros días allá terminaron a la par que la vida de Gabriel García Márquez que se fue con la sacudida de la tierra, la cual a pesar de que había tenido el epicentro en Guerrero se sintió sólo un poco.

Nuestro  viaje terminó, el regreso se hizo pesado pero lo que vivimos y compartimos quizá se quede en nuestras memorias mucho más tiempo de lo que pensamos.


Playa Ventura con todo y la picadura de “mantis” fue una gran aventura a la cual quizá regresemos, aunque tenga pulga.