jueves, 16 de noviembre de 2017

Crónica de una vida anunciada



Ayer al bañarme, encontré algunos cristales en mis orejas, delicados, como la vida.
Llevaban habitando esa cavidad de mi cuerpo, poco más de 24 horas, tiempo que había transcurrido desde el choque, en el que el auto en el que íbamos, yo y el señor Ramon, chofer del Yaxi, fue impactado por otro, que según versiones de algunos testigos, se pasó un alto y venía conduciendo en estado de ebriedad. Al ver los cristales, regresaron a mí las imágenes que ya llevaban un buen rato dando vueltas en mi cabeza. Recordé el momento del impacto, en el que grité fuertemente cerrando mis ojos, sentí que todo se movía y por instantes me pareció estar dentro de un mar ahogándome, de pronto, se hizo el silencio, abrí mis ojos y noté que estábamos de cabeza, sentí un alivio al poder mover todas las partes de mi cuerpo, intenté arrastrarme hacia afuera, no pude hasta que me desabroché el cinturón de seguridad, salí a gatas por la ventana rota, escupiendo cristales y por momentos  creyendo que estaba dentro de una pesadilla.

Ya afuera, noté que un taxista y su pasaje hablaban por teléfono, nos encontrábamos en la esquina de Gabriel Mancera y División del Norte; no tardaron en llegar las patrullas, pero mientras eso sucedía, algunas personas ya bajaban de sus casas ofreciendo ayuda, Ramon seguía dentro del auto, podía escucharlo diciendo que estaba atorado con el cinturón, le comenté eso a un vecino que se acercó y rápidamente fue a su casa por un cuchillo; las muestras de solidaridad no sé por qué me hicieron sentir que no estaba soñando.
La ambulancia llegó, eran bomberos, muy amables y profesionales, nos atendieron rápidamente, mientras los policías metían al conductor que nos chocó (que intentaba huir borracho) a la patrulla; los de la ambulancia me prestaron su teléfono para avisar a mis padres de lo sucedido, pues el mío estaba dentro de mi mochila, atorada entre el asiento del auto y el suelo.
Francisco fue el que me atendió directamente a mí, escuchando mis angustias- "Iba rumbo al aeropuerto, le decía" "pero creo que ya no llegué"- me miró con una sonrisa y me dijo- no te preocupes, ese viaje no era para ti, lo importante es que ahora estés bien. - Es curiosa la vida le conté, ayer la compañera que debía acompañarme a ese viaje, también sufrió un choque. Hay cosas difíciles de explicar.
Ramón y yo esperamos un rato en la ambulancia, en lo que movían el coche para poder sacar nuestras cosas, hubo un momento de confusión en el que se decidió que yo que tenía seguro, sería trasladada a un hospital privado; con Ramón, en ese momento no supe exactamente qué paso, se bajó de la ambulancia, dijo algo de que debía llamar a shu seguro del auto, me quedé algo preocupada, los bomberos me dijeron que era muy probable que se lo llevaran a un hospital público y en calidad de detenido. A mi me llevaron al hospital que les mencioné que podía ser cubierto por mi seguro del trabajo, después me enteré que me debí haber esperado a que llegaran los otros seguros para que decidieran a que hospital trasladarme, sin embargo en ese momento, al no saber la gravedad de mis daños, los bomberos decidieron trasladarme de inmediato a donde les dije.
Ya en el hospital, me atendieron, por un momento estuve cerca de perder el conocimiento, pero no pasó de unos instantes de hablar chueco con mi novio y al ponerme el suero y el analgésico todo mejoró, pero sobretodo, mi alivio fue al ver llegar a mi mamá y mi papá, con quienes, cual niña pequeña me solté a llorar; no cabe duda que los apapachos y un buen llanto son de las mejores medicinas.
De ahí en adelante, he estado en recuperación, recordando los hechos, enfrentándolos al tener que ir al ministerio público saliendo del hospital e incluso encontrándome con el auto en resguardo afuera de la delegación; eso me impactó bastante, quedó hecho chicharrón, sobretodo del lado donde yo iba sentada y milagrosamente, yo sólo tengo un ojo morado y algunos moretones y dolores en el cuerpo y el chofer Ramón, al parecer un brazo lastimado.

Siguen las averiguaciones para encontrar al culpable del "accidente" , yo soy de la opinión de que más que accidente fue una imprudencia de alguien que decidió manejar tomado, pero bueno, esperemos se haga justicia.

Por lo pronto, me siento muy afortunada y agradecida con tantas muestras de solidaridad y cariño, que confirman que formo parte de una comunidad que me recuerda que en el ser humano hay muchas cosas dignas de admiración y que la fragilidad de la vida (que después de esto tengo aún más presente), se puede fortalecer con los ánimos de quienes nos rodean.

Después de lo vivido, sólo me queda quitarme los cristales de los oídos, mírame al espejo sonriendo, sobar mis moretones y reconocer que he crecido y que cada día tengo más ganas de gritar ¡estoy viva!