viernes, 20 de noviembre de 2020

Convención de derechos de la niñez y mis nuevos trabajos

Cuando decidí estudiar Pedagogía, lo hice con más dudas que certezas, pues es una locura que con tan poquita experiencia en el mundo ya quieran que elijas la "carrera" que será condicionante para muchas experiencias que vayas a tener en la vida. 
Sin embargo si de algo estaba segura (por lo que me platicaron algunas personas que estudiaron eso) era de que si me volvía pedagoga, con lo amplio que es el campo educativo, podría vivir una gran diversidad de momentos enriquecedores y si me iba bien, podría ser con personas de todas las edades y condiciones. 
A varios años de haber salido de la universidad, no me equivoqué.

Quienes me conocen ya saben que formo parte de una Fundación que promueve el derecho al juego y fomenta las ludotecas y la educación no formal divertida y lúdica. 

Esta Fundación (http://mexicojuega.org.mx/home/), existe en gran parte por el apoyo de la Consultoría Jugar es Crecer (http://jugarescrecer.com/home/), en la cual colaboro actualmente y he colaborado indirectamente desde que tenía 6 años y mi madre decidió abrir una ludoteca; recuerdo ir en el auto con ella y tener una conversación en la que me contó que abriría un lugar en el que podría jugar y que al mismo tiempo sería su trabajo. Me comentó que estaba en búsqueda del nombre: que si me parecía bien que su Ludoteca se llamara "Jugar es Crecer", yo, a mi corta edad, le dije que sonaba bien, aunque en ese momento no tuviera mucha conciencia de por qué relacionaba jugar con crecer y tampoco sabía bien qué eran las ludotecas. Esa Ludoteca marcó gran parte de lo que soy y ha pasado por muchas transiciones; actualmente, Jugar es Crecer es una consultoría y hace más de 10 años parió a México Juega, a quien apoya de diversas maneras, entre otras, con la ludoteca de Préstamo a domicilio que se encuentra en sus instalaciones.

Cuento todo esto porque me gusta pensar (y muchas teorías sociales y psicológicas lo confirman) que las elecciones que hacemos no son azarosas, sino que tienen sus raíces en lo que aprendemos desde pequeñas, con la familia, los ejemplos que nos rodean, el medio en el que nos desarrollamos, etc. y hacernos adultas tiene que ver con tomar conciencia de dónde venimos y acomodarlo para que nos permita llegar a donde vamos. Y yo, en mi disque vida adulta, cada vez tomo más conciencia de lo que esa ludoteca influyó en mi manera de actuar y de ver el mundo. 

Sí crecí jugando y como pedagoga me pregunto cada día cómo defender el crecimiento sano, divertido y respetuoso con todo lo que nos rodea. Sobre todo recientemente, en donde me he incorporado, como un segundo trabajo, a ser educadora de niños y niñas de "preescolar".

Debo decir que por momentos dudé si sería lo mío eso de ser "miss" pues aún recuerdo a varias docentes de mi carrera que menospreciaban el trabajo con niños y niñas y que quizá se decepcionarían si supieran que me dedico a cuidar-educar- proteger a la infancia, sin embargo ha sido de los trabajos más difíciles, pero también más enriquecedores que he tenido.

Me siento con un gran compromiso sólo de pensar el impacto que se puede tener en esas personitas tan amorosas, curiosas, mágicas, etc. y cada día me lleno de preguntas que ya compartiré en otra ocasión.

Por el momento sólo decir que el día de hoy se cumplen 31 años de la Convención de los derechos de la niñez y que cada vez más, voy tomando conciencia en la importancia que tiene la pedagogía para defender no sólo el derecho a la educación, sino todos los demás; además de que parte de nuestro compromiso debería ser promover una cultura que respete los derechos humanos y les dé la importancia que merecen las diferentes infancias.

Escribo esto desde Jugar es Crecer / México Juega (llena de juegos, recuerdos de mi infancia, sueños, colores)



 contenta por los caminos a los que me ha llevado la carrera que elegí que, como dije al principio, ha sido condicionante, pero aún más condicionantes, fueron los derechos a los que tuve acceso.

Hoy, cada vez me queda más claro que mientras sigamos defendiendo lo que dice la Convención, muchas más personas pueden llegar a mi edad agradeciendo y sintiéndose satisfechas por las decisiones que tomaron, pues los derechos son de las mejores armas para construir una vida que sea digna de celebrar.





martes, 18 de agosto de 2020

La no Luna de miel

 Estamos en épocas raras, aunque como compartí en la entrada anterior, en lo personal han sido momentos de agradecer mucho mis privilegios.

Este fin de semana tuve un privilegio más, conocer una parte de mi país a la que no había ido nunca; al poder viajar en coche en medio de la pandemia para encontrarme con mi hermano, su esposa, su perro y gato, que viven desde hace unos meses en Tampico.

El viaje se pasó rápido, fueron 6 horas de paisajes con árboles gigantes, nubes esponjosas, ríos, lagos, puentes, acompañadas de música, "chuchulucos" para la carretera, canelones y empanadas de mi abuela de encargo para la felicidad de Diego, anécdotas y mucha ilusión de poder reencontrarnos con parte de la familia que no veíamos ya desde hace más de 4 meses.

Al llegar nos recibieron con un platillo típico de allá, la "Jaiba a la Frank" (tacos de jaiba con un sazón delicioso en tortillas de queso, muy buena la de "El Flaco") , también nos recibieron con un calor playero intenso y una bella sorpresa para los recién casados; pues al ser nuestro primer viaje de "marido y mujer", se puede considerar una "luna de miel". (aunque yo le agregué el No para tener más de una)

Durante los 3 días que estuvimos allá, nos pusimos al día, conocimos la Laguna del Carpintero en donde los mosquitos nos martillaron a gusto y pudimos ver algunos cocodrilos; también aprovechamos la playa que encontramos muy hermosa (aunque por partes con bastante basura). Sin embargo, tranquila, libre de turismo y grandes hoteles, me pareció un lugar sencillo, auténtico y poco valorado para lo que es.

Fue un viaje corto, pero de esos que alegran el alma, estuvo lleno de momentos sabrosos, risas, sol, mucha comedera (les recomiendo las Tortas Jerry, en especial la de cochinita); fueron días de calma y algo de nostalgia, como me sucede cuando vuelvo a compartir hogar con mi familia nuclear. En especial con mi hermano, a quien, debido a su profesión, veo poco.

Nos regresamos con buen sabor de boca al saber que estamos a unas horas de distancia y al ver bien a mi hermano con su hermosa esposa, quienes siguen demostrando que sin importar lo que la vida les ponga, sabrán aprovecharlo y enfrentarlo como equipo.


Me tocó manejar un rato de regreso, ahí hubo menos paisajes bonitos y más estrés por la lluvia y por mi poca experiencia manejando en carretera; sin embargo la compañía siguió siendo un lujo y con su apoyo superé el reto.

Fueron 3 días en los que casi por completo me olvidé de las épocas raras que vivimos y sentí un poco  de la normalidad con la que viajábamos antes, no sé si fue la música noventera que pusimos en el trayecto o ir al HEB al que no regresaba desde que tenía 14 años y visitaba a mi tío Dante en Monterrey; pero se sintió bien descubrir que ninguna pandemia es suficiente para impedir construir recuerdos con las personas que más quieres.





viernes, 7 de agosto de 2020

Casarse en pandemia

Muchas veces he sentido que mi vida es una disputa entre lo que imagino que sucederá y lo que realmente sucede. Siempre me ha emocionado la capacidad que tenemos los seres humanos de visualizar, planear, prever, fantasear. ¿Seremos los únicos animales con este hábito?

Tal vez no. En mi caso, soy alguien que disfruta estructurar en su cabeza escenarios y bueno, como a muchas mujeres nos sucede (en este sistema heteropatriarcal ), el día de la boda es uno de esos escenarios que, desde que conocí a mi actual pareja, imagino una y otra vez. 

Debido a nuestra historia de amor, que se ha ido tejiendo entre Berlin y Ciudad de México, nos ha tocado superar obstáculos como la distancia y algunos papeleos burocráticos que se presentan en este mundo lleno de fronteras, nacionalismos y barreras que hemos podido superar, me gustaría decir que por amor, pero lo cierto es que (aunque el amor sí ha estado y me siento afortunada por eso) ha sido más por los privilegios que hemos tenido por diversos motivos.

Una de esas barreras, se nos presentó hace pocas semanas cuando comenzamos a planear un viaje a Berlin y nos enteramos que, debido a la pandemia, era posible que tuviera yo algunos problemas para entrar al no tener residencia en Europa. Considerando esto y nuestras ganas de estar juntos, movimos algunas piezas para conseguir un papel que me permitiera "cruzar el charco" y fue así y gracias a  Punzo (un amigo de mi papá), que nos casamos el 4 de agosto. Un martes, a pesar de que como dice el dicho, "ni te cases ni te embarques", pero era ese día o "quién sabe cuándo,porque nos vamos de aquí y no sabemos cuando volvemos a hacer estos trámites" como nos dijo el secretario de la amable juez que nos casó.

 Evidentemente, ese casamiento, no se acercó nada a mi imaginario. Fue en la doctores, en medio de miles de papeles de defunciones por COVID-19, sin familiares o amigos de testigos, ni música, ni jardín, y lo peor de todo, sin bailongo ni abrazos.

Aún así, el día fue inolvidable por detalles como el moño en el coche, el sandwich de desayuno de mi papá, el ramo bendecido, el vestido con el que se casó mi madre, los aplausos y gritos de ánimo de desconocidos afuera del juzgado, la sesión de fotos donde "le llegué" a mi actual esposo, la presencia de mi abuela que se animó a salir a pesar de la pandemia, la tecnología que nos permitió brindar con la familia de Alemania, los chiles en nogada para comer, la genial sorpresa de la noche de bodas que organizaron mis amigas (en B&B Chaya que les recomiendo), y el haber logrado que después de varios papeleos fallidos, Adrián y yo, seamos una familia reconocida por el Estado, lo cual es un privilegio enorme, pues no cualquiera puede elegir a su familia.

Después de todo y gracias al privilegio más grande que es estar rodeada de personas que nos apoyan y quieren; pudimos tener un día hermoso de boda  íntima y única en esta gran Ciudad de México, y aunque lejana de lo que nos imaginábamos, estamos contentos, muy agradecidos y emocionados por lo que viene; también esperanzados de que algún día, se logre nuestra boda "soñada", es decir, aquella en la que nuestras tribus convivan en la pista, celebremos cerquita con todas las personas que queremos y los privilegios nos lleguen en forma de abrazos. 

Mientras, nos queda ser pacientes y luchar porque en este mundo, cada vez sea más fácil amar.





sábado, 20 de junio de 2020

El día más largo del año y no me casé

Me gusta escribir cuando me llegan motivos para hacerlo.
Hoy es de esos días.
Si no hubiera sido por la pandemia, a esta hora, ya estaría casada, tal vez estaría sudando en la pista de la mano de mi esposo con muchas personas emocionadas por esa decisión. Sin embargo, estoy en una tarde lluviosa, en mi hogar, con la persona que elegí para que sea mi compañero, una persona hermosa en todos sentidos, saboreando el mejor alfajor que he probado en mucho tiempo y que curiosa y afortunadamente venden a una cuadra de donde vivimos.
También estoy con muchos pensamientos que me rodean, pues ayer me enteré que dejaré de trabajar en la Ibero a finales de julio y tengo muchas preguntas con respecto a lo que sucedió en ese lugar, lo que aprendí, lo que pude hacer mejor, lo que sale de mis manos, lo injusto, lo justo y bueno sobre todo agradecida porque conocí a personas muy hermosas y me apasioné aún más por los temas de la educación ambiental. Ahora tengo muchas ideas, proyectos, sueños en mente, espero que vengan con remuneración digna, lucharé por ello, es una lucha urgente para las de nuestra generación.

Hay una sensación rara cuando las cosas no suceden como lo planeado, cuando la vida, tu jefa, una enfermedad contagiosa o lo que sea, decide, y con ello afecta tu presente y también tu futuro. Pero en ese caso no queda más que abrazar lo que no puedes cambiar (como diría mi futuro esposo) y yo le agregaría y empujar lo que sí puedes.

Este 20 de junio, el "día más largo del año" lo habíamos elegido para hacer un pachangón por habernos encontrado y elegido, con un poco de romanticismo, de ritual, pero sobre todo como un acto de unión entre todas nuestras tribus.
Este día se recorrerá hasta el próximo año y gracias a eso podrán estar personas que hoy no hubieran podido venir, 3 de ellas porque estarían por parir en poco tiempo. Lo que significa que se sumarán a las tribus, otros tres integrantes, me emociona eso, a veces lo inesperado abre oportunidades bonitas.

De todos los planes que el Coronavirus ha cambiado, el nuestro creo que es de los menos graves, nos regala más tiempo para saborearnos el momento, pensarla mejor, qué tal que nos rajamos (jeje, no se asusten) la fiesta se logrará y llegará con más ganas de abrazarnos.

Además, hoy amanecí con un grano enorme en la cara, así no me hubiera podido casar, jajajaja





lunes, 15 de junio de 2020

Brillar (cuidar) en tiempos de coronavirus

Mientras veo por mi ventana cómo empiezan a caer las primeras gotas de lluvia,
un pájaro parado en el árbol, me mira y luego mira al horizonte. Él afuera, yo adentro.
Él volará con sus alas, yo con mi imaginación y escritura. 

Son contados los días que he podido pasar sin horarios, desde pequeña,
asistía a clases de natación, gimnasia, futbol, volibol, pintura, además de a la escuela,
en la que pasé 22 años de mi vida aproximadamente con tiempos estrictos de entrada,
receso, clases, salida. Entre eventos sociales, partidos y compromisos puntuales; el reloj,
me ha acompañado en la cotidianidad, también la gente, los pájaros  y por supuesto
las lluvias, esas que se disfrutan sobre todo en la comodidad del hogar.
Que por el momento puedo tener.

Mi cinta de vida, hasta hace poco más de un mes, corría con pocas pausas,
en ciertas vacaciones o contados días en los que decidía quedarme en casa,
casi siempre sabiendo que dejaba de hacer algo o de ver a alguien.
En la lógica de productividad y aceleración, no hay tiempo que “perder”.

Entre el tiempo y la compañía se han tejido mis primeros 30 años.

Hoy, el aislamiento obligado me ha hecho vivirme diferente, despertar sin despertador,
desayunar con calma, escuchar mi cuerpo para comer, desplazarme para leer entre sillones,
conforme el sol que se asoma en los rincones de mi casa, marque el ritmo.
Un ritmo pausado. Como sintiéndome en calma, aunque
¿no es una tormenta lo que estamos viviendo?

El privilegio de la calma no le toca a todas las personas y eso es parte de la
normalidad que espero cambie después de todo.
Pues las lluvias son bellas si no te mojan o arruinan el día.

Con más detalle, estos días, he podido percibir que a toda hora, alguien trabaja afuera,
barriendo, vendiendo tamales, elotes, camotes, fierro viejo, pan, gas o tal vez repartiendo ,
sanando, cuidando en hospitales y casas, en calles.

Como diría Boff, los mitos antiguos y los pensadores contemporáneos más profundos
nos enseñan que la esencia humana no se encuentra en la inteligencia,
en la libertad ni en la creatividad, sino básicamente en la capacidad de cuidar. 

Una pandemia nos está recordando el cuidado necesario de una extraña forma
en la que se nos pide distanciarnos, qué ironía. 
Antes de esto, si pensaba en lo que significa cuidar,
siempre me imaginaba rodeada de personas que apapacharan,
cocinaran, limpiaran, se escucharan entre ellas, con masajes, cantos colectivos,
comidas compartidas, rituales. 
El cuidado para mí siempre ha tenido rostros cambiantes.
A veces ha sido mi abuela sirviendo comidas deliciosas, mi madre pidéndome que no
salga sin paraguas, mi padre haciéndome el desayuno antes de ir a la escuela,
mi tía prestándome ropa, mi prima haciendo una sopa, mi hermano esperándome
afuera del colegio. Actualmente, ya en mi vida adulta, el cuidado va cambiando lentamente
y en este confinamiento lo he podido percibir con más detalle. 
Hace unos días me sangró mucho la nariz y mi pareja asustado,
llamó a un médico para que nos diera indicaciones.
Para él, el cuidado muchas veces tiene que ver con llamar al médico de la familia
y seguir las indicaciones, para mí, cuidarnos tiene que ver menos con médicos
y más con propias estrategias que incluyen trapos, chochitos, tés, descanso.
Cada quien traza sus rutas de cuidado y se convence a sí mismo de que hace lo
mejor para sobrevivir. En pocas palabras, cada quién elige sus propios paraguas.

El cuidado con la pandemia, parece que ha pasado a volverse nuestro invitado en
cada instante.

Y yo, he tomado conciencia de que todas las personas que me han cuidado,
habitan en un mismo espacio y a pesar del distanciamiento social,  las y los siento cerca,
dándome consejos al oído: “no salgas sin tapabocas”, “lava bien tus manos”,
“desinfecta la suela de los zapatos”, “compra suficiente comida”, “riega más las plantas”.
En cada frase se dibuja un rostro, o varios que habitan lo que soy y me acompañan
para enfrentar mejor estos días, y son ellas y ellos que siempre me han cuidado,
que actualmente me dicen que si seguimos cuidándonos y recordando a quienes
nos enseñaron a cuidar, todo estará bien. 

Me gusta aferrarme a esa idea: todo estará bien.
Aunque a veces me cuesta más trabajo cuando pienso en las desigualdades de nuestra
región, en que el cuidado para algunas es una opción que se disfruta y
para otras es una necesidad, un trabajo mal remunerado, un riesgo cotidiano de muerte,
tal y como se narra aquí:
https://nuso.org/articulo/las-que-cuidan/?utm_source=email&utm_medium=email . 
Y así son las lluvias, para algunas un alivio a la sequía, para otras una inundación.

Frente a la incertidumbre del “Coronavirus”, el cuidado mutuo es un arma poderosa,
así como la colaboración y escucha. Ahora más que nunca las y los tomadores de decisiones
en el mundo, se deben escuchar, compartir experiencias,
ayudar para salvar la mayor cantidad de vidas posibles y sí, nosotras y nosotras también
somos tomadores de decisiones, algunos con más calma, otras con más trabajo.
Pero esta arma poderosa, este invitado cotidiano que significa el cuidado,
no servirá de nada si no se llama a otros invitados muy importantes: la justicia e igualdad.

No sirve de nada cuidarnos ahora, si no se emprenden acciones que modifiquen
nuestra forma de vida por una que cuide de manera constante, acabando con la pobreza,
enfrentando la crisis socioambiental, defendiendo la vida no sólo frente a una epidemia,
sino con cada acción y decisión.  No sirve un paraguas cuando hay tormentas eléctricas.

Al terminar de escribir esto, el primer pájaro que llegó al árbol ya tiene compañía y ahora
muchos pájaros cantan, juntos, protegidos por el árbol, 
recordándome que bajo la lluvia se puede cantar y que quizá situándose en los sitios
adecuados, se puede mirar al horizonte pues hasta la tormenta es una oportunidad.

¿Sabremos aprovecharla?

Las buenas lluvias permiten cosechas si se siembra lo adecuado y se trabaja en
crear tierra fértil.





Nota:
Algunas herencias virtuosas del coronavirus podrían ser:

- trámites más ágiles
- posibilidad de retomar espacios públicos de otra manera
- posibilidad de cambiar el transporte
- necesidad de transformar el trabajo en algo más justo y digno
- valorar aún más la presencia y el cuerpo.

Algunas preguntas en la virtualidad:

¿En la pantalla se nota mi distracción, en la pantalla se nota mi interés?
¿Cómo habitar los espacios virtuales?
¿Cómo hablarte a ti mismo y a una pantalla?

¿Cómo conectar realmente?


Por último un intento de poema.

La educación no se hizo para las pantallas,
en ellas los cuerpos no caben,
se descuartizan.

Las miradas no se hicieron para las cámaras,
pierden su fuerza y se confunde la valentía, la esperanza,
más bien aparecen borrosas e intermitentes
y difícilmente me transmiten confianza.

Los micrófonos no entienden de voces
se escuchan lejos
se escuchan ecos

y la virtualidad no permite tejer lazos
pues seguido se caen las redes,
o el sistema.
Bueno ese nunca ha estado no caído.

No, la educación no se hizo para que alguien silencie las voces,
ni para que al apagar una cámara desaparezca una presencia.

La educación requiere cuerpos,
calor, cercanía, miradas, desobediencias,
cuerpos, abrazos, olores, sudores.
Vida real.

Los dolores son parte de educarnos,

los abrazos también,

sobre todo esos,
que nada nos los quite.




domingo, 15 de marzo de 2020

Primer partido de Pumas femenil en CU o cómo crear remedios contra la pandemia


Desde antes de nacer he asistido a estadios de fútbol, sin embargo, tuvieron que pasar 30 años de mi vida y más de 50 años de la vida del Estadio de CU para que las mujeres pudieran ocupar ese espacio como jugadoras profesionales.
Los años no son nada en comparación con todas las personas, en su mayoría mujeres, pero también hombres, que hemos soñado con este momento, que hemos luchado para que llegara este día, que hemos tocado puertas (no sólo en el fútbol) para ocupar los espacios que también merecemos las mujeres.

El día de ayer, 14 de marzo de 2020, 22,289 personas debutamos en esa cancha como espectadores de la igualdad que se va logrando en el fútbol femenil, pero ¿en serio queremos igualdad?

Yo más bien vi un estadio diferente, fresco, interesante. Considero que con este debut y los que han sucedido en muchas otras canchas a lo largo del país desde hace 3 años, se abrió la posibilidad de que, el fútbol se llenara de otras vibras, otros gritos, otros sueños. Con el pretexto de la igualdad, en realidad se abrió la oportunidad de hacer las cosas diferentes.

Con todos los años que llevo conociendo de cerca lo que pasa en el fútbol profesional, confío en que este nuevo capítulo de fútbol femenil, trate de transformar ciertas cosas del varonil, por ejemplo, gran parte de los directivos han olvidado que los jugadores son personas y no sólo viven de la buena paga, que el fútbol también es político y no sólo entretener masas, que la unión de los diferentes equipos puede traer beneficios colectivos, que en la medida en la que se siga promoviendo la educación de las y los jugadores, los beneficios sociales serán mayores y muchas otras cosas más que debemos seguir reflexionando, criticando, transformando hombres y mujeres.


El día de ayer pude comprobar que el Estadio de CU es enorme, como quienes decidieron que no le gritarían a la persona que traía la playera del rival, o como quienes no ofendieron a ninguna de las porteras o como las hermosas porras-consignas que entonó la recién nacida Barra Feminista.

Felicidades a las jugadoras  de Pumas y a las jugadoras de Cruz Azul que fueron parte de este sueño hecho realidad en la cancha, también felicidades al cuerpo técnico, la Directiva del equipo de la UNAM, las instancias del gobierno de la Ciudad y todas las personas involucradas en este paso importante. El camino aún es largo, pero se siente que se va avanzando a buen rumbo.

El 2020 está siendo un año que recordaremos por la pandemia de coronavirus, pero también uno en el que la otra pandemia del machismo, que se ha llevado a tantas mujeres y que nos llena de dolores y violencias cotidianas, comience a tener algunos remedios.

Conquistar un Estadio como el de CU, no cura la enfermedad, pero ayuda a sentirse mejor.

Ayer, una pequeña niña de 11 años me dijo que ella quería jugar ahí algún día, espero que no la decepcionemos.








viernes, 14 de febrero de 2020

Naces, creces, cumples 30.

Los festejos de cumpleaños son esa tradición rara,
que nunca he entendido bien de dónde viene. 
Sin embargo el cumpleaños siempre lo he vivido de manera especial. 
Ese día amanecí con el amor: en persona, pero también en palabras que
me llegan
como pedacitos que me van configurando.
Llevo 30 años en la Tierra, un tiempo que no sería nada sin cada historia que tiene
diferentes
rostros, sonidos, olores, sensaciones. 
El tiempo es eso, nada, que se vuelve todo por las presencias.
Un cumpleaños es una bomba de presencias, presencias que se dan en deseos, en
recuerdos, en canciones, en sabores, sensaciones que configuran nuestro cuerpo y alma.
Cada presencia es como una gota de resistol con la que siento que mis piezas se
fortalecen. 
El cariño fortalece. La construcción de memorias colectivas, también.
Tengo muchas memorias, como tesoros. 
Tengo personas hermosas que me rodean y tengo ganas de vivir, ojalá bastaran las ganas
en este mundo donde la vida es un privilegio. 

Quiero pensar que también por eso celebramos los cumpleaños,
para recordar nuestros privilegios, fortalecernos en colectivo y
tomar conciencia del paso del
tiempo que no es nada, pero se vuelve todo cuando volteamos a ver a quienes nos rodean,
nos miran de vuelta y en un frenesí nos sentimos vivos.

Gracias por cada persona que se va haciendo presente y le da sentido al tiempo.

Esa noche empecé una década más, con la gigante luna llena de testigo,
un calorcito alegre en todo mi cuerpo y muchas incertidumbres de un nuevo comienzo. 

Hay quien dice que cumplir 30 es llegar a la adultez y seguido me pregunto
¿qué significa la adultez?
Cada día descubro algo nuevo, pero por lo pronto encuentro dos respuestas: ser valientes
frente a la incertidumbre y aceptar que nada llega sin esfuerzos.

Tal vez también hay una más: las piñatas y la buena compañía nos acercan a la felicidad,
sin importar la edad.










Ya no soy niña, aunque me guste jugar y en el fondo sepa que madurar tampoco parece mi principal capacidad.

Extraño el nido, pero también soy feliz de poder volar,
bueno intentarlo,
pues las alas en este sistema son difíciles de desplegar.
Sí quiero crecer si sigo rodeada de plantas que regar y afectos que cuidar.