domingo, 30 de octubre de 2022

Deseo que en tu vida siempre haya momentos en los que sientes que crece tu corazón

 Ya se está terminando octubre, aunque para mí , este mes se combinó con septiembre, fue como un panque marmoleado en donde de chocolate me supieron algunos momentos y de vainilla otros, entre México y Alemania.

Cada mordida me ha sabido delicioso, 

por ejemplo ese beso en la frente calientita de mi sobrina que todavía huele hermoso en mis recuerdos.

O ese destello que brilla en mi ojos al ver a mi papá soplando las velas de su cumpleaños.

Se me ha quedado también impregnado en mis manos el olor de los tacos que me eché con mi mamá y que me supieron a un reencuentro que ya quiero que se vuelva costumbre.

Otra mordida fue saboreada al momento de comer esquites, que estaban medio podridos, sin embargo al reír y sentir que se frenaba el tiempo en la compañía de mi hermano y cuñada, el queso rancio era lo de menos.

En mis oídos aún suena la risa de mi tía Paty que desbordó de alegría al conocer a María, ay María, qué bello que rimas con alegría.

Y hablando de alegrías, mi yaya me dio una muy grande al cocinar ñoquis, ella tiene esa gran capacidad de que pueda olvidarme de todos los problemas con sus platillos y bolillos

Entre esos sabores únicos de esta visita a mi tierra natal, estuvieron mis encuentros con amigas queridas, con  algunas pude bailar en una boda llena de amor,
con otras encontrarme espontáneamente y comer algo rico, platicar, brindar y por supuesto reír...
con todas tuve la fortuna de sentir como si se me recargaran las baterías.

Esa recarga me ha durado bastante y sospecho que en gran parte fue porque me traje cargadora y cargador a Berlín y su presencia acá, sus miradas, sus cariños, su inteligencia y escucha, aún vibran en varios rincones.

Y creo que eso son los recuerdos, como vibraciones en nuestros rincones de la mente y el corazón, que a veces, al mover ciertas cuerdas, le ponen música a nuestros días.

Septioctubre me ha permitido entender que esas cuerdas, que pensaba que sólo sonaban en México, también suenan en Berlín, pues se conectan fácilmente y sin adaptador a las corrientes de acá.

Me quedó claro al estar con Ana y Mariana en la sala de mi hogar y llenarme de confianza con su presencia, es como si cada visita de México, hiciera un nudo en las cuerdas del tejido sonoro, canción, obra o lo que sea de lo que estoy haciendo entre aquí y allá.

Y entonces con las amistades de acá, y la familia de acá, he comprendido que no es que estoy partida entre allá y acá, sino que la orquesta continúa y se mejora con sonidos contrastantes que permite este suelo, este cielo, y sobre todo esta relación tan hermosa que he podido construir con la pareja que elegí.

A poco más de un año desde que nos mudamos para acá, debo decir que he crecido muuuucho y que a veces ha sido doloroso y cuando llega ese dolor, me basta con verlo, abrazarlo, escucharlo para poder conectar con otras emociones; 

como las que me causa ver nuestro hogar acá, probar los platillos que hemos inventado, sentir la cama que construimos con nuestras manos, asomarme al balcón con nuestras plantas, andar en bici o de noche con tranquilidad, abrazar a alguien de su familia (ahora mi familia de acá), que me entiendan en otro idioma y un gran etcétera que solo me ha mostrado que mi corazón, se ha hecho más grande y más fuerte y más agradecido al vivir entre dos países.

Deseo que en sus vidas siempre haya momentos en los que sienten que crece su corazón.

También deseo que haya más lagos en sus vidas y muchas oportunidades para caminar a la orilla, con buena compañía.