jueves, 12 de enero de 2023

Como niña mimada, qué privilegio

 Han sido meses de mucha intensidad bonita.

Desde la llegada sorpresa de mi mamá y mi papá, que me alegró tanto mi corazón, es como si algunas cosas que todavía no terminaban de ajustarse lo hubieran hecho, a veces no estoy tan consciente del poder que tienen las personas que me aman en la construcción de mi camino, pero al vivir lejos de ellas, es cuando más cuenta me he dado de ello. Pues la distancia pone muchos límites y también quita otros.

Debo aceptar que soy una persona a la que le cuesta entender lo que es la adultez y no siempre disfruto eso de alinearse con comportamientos "adultos", asumir muchas responsabilidades, etc. y seguido me siento todavía jugando a ser adulta, sin embargo, por ejemplo con la visita de mis  principales "responsables de crianza y cuidados" a Berlín, me sentí un poco más "grande" pues pude enseñarles muchos lugares que no conocían y compartir cómo he podido salir adelante aún teniéndoles lejos físicamente. 

Su presencia aquí en mi hogar berlinés fue como rellenar mi tanque de oxígeno pues su forma de valorar Berlín, dar su "visto bueno" a la vida que tengo acá y acompañarme de cerca en este proceso, me alientan a seguir a pesar de que a veces me pese un poco la lejanía.

Al día de hoy sigo con un sentimiento de gratitud muy grande pues estoy consciente del privilegio en el que vivo y además, que mi familia pueda viajar de vez en cuando para acá, wo pues ya es mucho pedir.

También por suerte con su visita rellené mi rinconcito mexicano en la alacena con tortillas, chiles, chamoy, mayonesas, mole, tamales y otras delicias que calman mis antojos de vez en cuando. Y esto me recuerda preguntas que me hago frecuentemente, ¿de donde vienen los antojos?, ¿serán necesidades fisiológicas que se manifiestan de diferentes maneras o es sólo que nuestras costumbres invaden nuestros pensamientos de vez en cuando y nos despiertan esas ganas de algo?, ¿tienen ustedes algún antojo frecuente?, ¿será que se nos antojan las cosas que no tenemos tan al alcance o el alcance no se relaciona con ello?, ¿qué relación tienen los antojos con extrañar algo o alguien?, ¿es conveniente satisfacer todos nuestros antojos?, entre otras...

Y bueno, hablando de antojos, debo aceptar que ahí sí me gusta eso de la adultez pues en el caso de los alimentos que se me antojan, frecuentemente son "poco saludables" (nunca se me ha antojado algo como lechugas). Desde niña he tenido esos antojos, por ejemplo de comer muchos dulces, que mi mamá y papá debían regular.

Hoy como adulta puedo comer y hacer un poco más libre lo que se me antoje sin regulación externa; ¿será peligroso no tener regulación para ciertos antojos?, ¿cómo aprendemos a regularnos y cuidarnos a nosotras mismas?, ¿en qué momento de nuestro desarrollo se puede llegar a la conclusión de que ya no necesitamos a nadie más que nos ponga límites o nos cuide?

Y aquí entramos a un tema que me apasiona mucho relacionado con el cuidado, a veces siento que la diferencia entre las infancias o juventudes y las adulteces  está en que estás últimas en teoría ya saben cuidarse a sí mismos y no "necesitan" a nadie más que desde afuera ponga los límites, sino que esos límites que nos pusieron, logramos interiorizarlos, ¿será así?, ¿qué límites tenemos interiorizados?, ¿cómo ayudamos o arruinamos a las infancias con los límites que les ponemos?, ¿no será mejor confiar en los límites que define cada niño o niña?, ¿a qué edad sientes que no "necesitas a tus papás?

Muchas respuestas quedan abiertas, pero debo decir que tengo un par de certezas en mi interior muy bonitas y es que la Andrea "niña" que vive en mí, seguido me apapacha y guía con los límites que me enseñaron mis padres, pero hay un límite que no existe, y ese es el del amor que me tienen quienes me trajeron al mundo.

Creo que sí estoy ya más cerca de la adultez, más cerca de que se me antoje ser madre y compartir todo el amor que he recibido, pero también creo que por muy adulta que sea, no dejaré de necesitar a mi mamá y papá.