Darse cuenta de las cosas es un gran paso para disfrutar (o sufrir).
Estos días de "vacaciones" han sido una buena oportunidad para darme cuenta de que con sólo cambiar la mirada a ciertos hechos, la vida toma otro sabor.
Ver con ojos de turista por ejemplo, funciona para apreciar y recuperar la belleza de lugares que parecieran caer en el olvido en un México que tiene mucho que mostrarnos.
He podido visitar últimamente las zonas arqueológicas de Cuicuilco y Tlatelolco, dándome cuenta de la cercanía de esos lugares con nuestra realidad en cuanto a distancia pero al mismo tiempo de la lejanía en cuanto a historia.
Es delicioso ver la riqueza de nuestros antepasados, creatividad, inteligencia y cosmovisión que los llevaron a construir tales obras de arte en armonía con la naturaleza.
Entrar al museo de antropología y disfrutar cada sala que nos permite viajar en el tiempo; a la salida ver a los voladores de Papantla arriesgando su vida por una bella tradición.
Más al sur, recorrer el mercado y las plazas de Coyoacán y Tlalpan, tomar un helado o comer un elote, disfrutar los pequeños manjares que nos ofrecen los rincones de nuestro país.
Conforme pasan los días de vacaciones pero sobretodo los años de vida, me doy cuenta de lo rico y peligroso que puede ser justamente "darse cuenta". Siempre he estado consciente de que lo único constante en está vida es el cambio, sin embargo no siempre lo notamos y es que al notarlo, parece que nos comprometemos a algo.
Por ejemplo, con los ojos de turista que he tenido últimamente y que se potenciaron a mi regreso de Argentina, (por cierto me estoy dando cuenta que hace justamente un año me estaba yendo) me he sentido con más ganas de preservar y conocer más a fondo mis orígenes, de frenar con más frecuencia a apreciar lo que me rodea que quizá siempre ha estado ahí pero no he mirado suficiente.
Sin embargo también puede ser un problema "darse cuenta"; como cuando parece que todo va bien hasta que nos damos cuenta que una persona que vemos de alguna manera, nos ve de otra ¿qué hacer cuando te das cuenta de que quizá no van por el mismo camino? Tal vez es necesario, también detenerse.
No es fácil tomarse en serio esos altos que implican replantearse las cosas, asumir que cambiaron, que pueden cambiar pero que también es necesario conservar.
Ver a México en sus diferentes rincones, sí es apreciar sus aspectos culturales y para eso los ojos de turista son lindos, sin embargo, creo que muchos mexicanos pasmos por la vida como turistas, viéndolo desde afuera, desde lo que no nos afecta y quizá eso sea bastante peligroso pues nos damos cuenta muy por encima de las cosas, no nos involucramos lo suficiente.
Pienso que el reto hoy consiste en que sepamos que los ojos de turista así como debemos "ponérnolos", nos los debemos quitar de vez en cuando para que nos demos cuenta de verdad de lo que somos, de lo que cambia en nosotros y de lo que podemos cambiar de nuestro entorno, de nuestras relaciones, etc.
Los cierto es que algunos tienen la suerte de decidir qué lugar ocupar en este mundo, salir del entorno, viajar y habitar todos los lugares como turistas, mientras otros, no son de ningún lugar ni pueden serlo, convirtiéndose en vagabundos como lo menciona Sygmunt Baumann en Turistas y Vagabundos.
Darse cuenta de si somos una u otra cosa, nos responsabiliza y nos pone en posiciones diferentes de decisión, de hacer política en esta vida, de procurar que cada vez existan menos vagabundos y más turistas conscientes, que se involucren y que más bien se vuelvan habitantes, sujetos históricos capaces de comprometernos y transformarnos por un bienestar.
Darnos cuenta de que cambiar de miradas es muy enriquecedor,sobretodo para complementarlas, sirve para ponernos en el lugar de los y las otras, apreciar la vida de diferentes ángulos y quizá tener más posibilidades de incluir, tolerar, apreciar y convivir.
Además mientras nos demos cuenta de más cosas, más cosas para contar tendremos y quizá más personas puedan contar con nosotrxs.
No hay comentarios:
Publicar un comentario