sábado, 3 de marzo de 2012

Falta amor

Viajar en metro es una verdadera aventura.
Sobretodo cuando es una decisión, algo que se hace por gusto y no por necesidad.

Las caras, los que llevan paso rápido, las miradas que se cruzan, los cuerpos que se rozan, todo por 10 pesos, las ciegas cantando, los empujones, las sonrisas, los olores, los antojos, los anteojos, los ojos, los piojos, los enojos...sobretodo los enojos. Enojos al ver tanta desigualdad, enojos que se mezclan con impotencia y que se fueron acrecentando a lo largo del día.
Llegamos al zócalo y todo parece tranquilo, vendedores por doquier, turistas emocionados y un hombre que protesta solo en la avenida.
Las danzas aztecas que cada que suenan provocan la lluvia, la bandera ondulando, los módulos de "salud", los militares andando, policías "trabajando" y el sol bajando...

Caminamos para llegar al Palacio de Minería, la Feria llena de libros, de letras, de ideas... me recuerda que hay muchas creaciones, muchas propuestas, muchos estudios...¿ también mucha basura hecha libro?
Tal vez, el mercado está en todo y la cantidad a veces sobrepasa la calidad.

Muchas personas caminan, curiosean, preguntan; nosotras no sabemos para donde voltear en el paraíso de editoriales, los libros absorben nuestra energía pero despiertan nuestras ganas de viajar, de volar con ellos, con todos. Qué difícil es decidir.
Después del colapso y de disfrutar lo que pocas veces habíamos hecho: el centro de nuestro hermoso país (a veces hermoso), nos dirigimos a nuestros rumbos sureños, de nuevo el metro nos sorprende con su folclor, estamos contentas de no tener que hacer esos recorridos más que por gusto.
El tema de discusión en el metro, gira en toro a  la gran diferencia que hay entre el disfrute decidido y la decisión obligada a la que llevan las necesidades.

El día lo terminamos en la UNAM pero antes non encontramos con un niño trabajando en la calle, platicamos con él, las desigualdades están por doquier.
Nosotras estamos sacando dinero de un cajero, él ni siquiera había comido.
¿qué se hace en esos casos en los que se nubla la vista ante la injusticia?

Lo menos que pudimos hacer fue invitarle algo de comer, lo único que quiso fue una "lechita".
Susana y yo quedamos paralizadas viendo cómo se la tomó. ¿Asistencialismo?
Tal vez, pero el gusto con el que bebía ese pequeño, no se borrará de mi corazón.
¿Qué hacer ante la desigualdad?

A mí sólo me quedó llorar.
Y lloré más sabiendo que llorando no resolveré nada.

2 comentarios:

  1. Este post me conmovió, me gustó mucho, describe la impotencia de poder trascender en los otros; pero eso sí, refleja esos momentos que nos reconfortan y dan esperanza. Infelizmente, al final, terminaremos por darnos cuenta que lo único que hicimos fue construir un bello castillo de arena a la espera de la siguiente ola...

    Saludos y felicidades..

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  2. esos castillos de arena a veces son una de esas bellezas que reflejan que aún con lo más efímero...se puede construir...

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