¿Cuándo fue la última vez que pudiste comer algo cosechado por ti?
Actualmente, es cada vez más difícil que en las ciudades podamos tener la satisfacción de vivir todo el proceso que requiere una planta hasta convertirse en potencial alimento, la mayoría de las veces las frutas, verduras, hortalizas y otras hierbas, van de los mercados a nuestras bocas y no tenemos certeza de la cantidad de pesticidas que se utilizaron para combatir las plagas, ni de los nutrientes que aún conservan nuestros alimentos después de un tiempo de haberse separado de sus ramas; entre modificaciones genéticas y procesos masivos de producción, nos llegan frutas y verduras que parecen "perfectas" aunque estén llenas de imperfecciones que no se miran a primera vista. Además de esto, por falta de práctica y conocimiento, se están desperdiciando espacios que podrían servir para aumentar las producciones sustentables, orgánicas y justas.
En medio de esta situación, se están abriendo opciones para que podamos acercarnos al maravilloso mundo de los cultivos en pequeñas cantidades y dentro de espacios citadinos, tales como los huertos urbanos; yo hace unas semanas tuve la fortuna de participar en una experiencia de aprendizaje sobre este tema, que me permitió comenzar a conectarme más con la naturaleza, esto sucedió en el taller Cultiva que se lleva a cabo al menos dos veces al año en la Universidad CENTRO.
En este taller, Vicencio, quien lleva muchos años de experiencia en cuestiones de cultivos tradicionales, nos compartió junto con su equipo, muchos de sus conocimientos y sentir-pensares sobre el reino vegetal, en especial sobre hortalizas.
Con mucha paciencia y sabiduría, Vic nos acompañó durante 4 sesiones en las que conocimos procesos de germinación, preparación del sustrato, control de plagas y enfermedades, cuidados generales del huerto, transplante, compostaje, cosecha y otras dudas que surgían en el grupo de personas curiosas que escuchamos atentas las explicaciones y ejemplos, las cuales hemos podido poner en práctica en nuestros maceteros y ver el crecimiento de lechugas, cebollines, coliflores, brócolis, entre otros.
Todo esto me recordó a procesos pedagógicos, en los que se necesita observar, escuchar, dialogar, reconocer que el crecimiento es único en cada ser vivo y requiere compromiso para generar condiciones para cuidar la vida.
Celebro que en CENTRO existan estos espacios de aprendizaje comunitario en los que se compartan saberes que reverdezcan conciencias y posibiliten que más personas podamos vivir nuestro derecho y deber a cultivar y cultivarnos.
Comparto la felicidad de haber tomado este taller, tener la posibilidad de ver, observar, tocar, oler y por supuesto aterrorizarnos por los bichos! Fue un gusto tomarlo contigo y la foto de Soren es lo máximo!!!!
ResponderEliminar