Me gusta escribir cuando me llegan motivos para hacerlo.
Hoy es de esos días.
Si no hubiera sido por la pandemia, a esta hora, ya estaría casada, tal vez estaría sudando en la pista de la mano de mi esposo con muchas personas emocionadas por esa decisión. Sin embargo, estoy en una tarde lluviosa, en mi hogar, con la persona que elegí para que sea mi compañero, una persona hermosa en todos sentidos, saboreando el mejor alfajor que he probado en mucho tiempo y que curiosa y afortunadamente venden a una cuadra de donde vivimos.
También estoy con muchos pensamientos que me rodean, pues ayer me enteré que dejaré de trabajar en la Ibero a finales de julio y tengo muchas preguntas con respecto a lo que sucedió en ese lugar, lo que aprendí, lo que pude hacer mejor, lo que sale de mis manos, lo injusto, lo justo y bueno sobre todo agradecida porque conocí a personas muy hermosas y me apasioné aún más por los temas de la educación ambiental. Ahora tengo muchas ideas, proyectos, sueños en mente, espero que vengan con remuneración digna, lucharé por ello, es una lucha urgente para las de nuestra generación.
Hay una sensación rara cuando las cosas no suceden como lo planeado, cuando la vida, tu jefa, una enfermedad contagiosa o lo que sea, decide, y con ello afecta tu presente y también tu futuro. Pero en ese caso no queda más que abrazar lo que no puedes cambiar (como diría mi futuro esposo) y yo le agregaría y empujar lo que sí puedes.
Este 20 de junio, el "día más largo del año" lo habíamos elegido para hacer un pachangón por habernos encontrado y elegido, con un poco de romanticismo, de ritual, pero sobre todo como un acto de unión entre todas nuestras tribus.
Este día se recorrerá hasta el próximo año y gracias a eso podrán estar personas que hoy no hubieran podido venir, 3 de ellas porque estarían por parir en poco tiempo. Lo que significa que se sumarán a las tribus, otros tres integrantes, me emociona eso, a veces lo inesperado abre oportunidades bonitas.
De todos los planes que el Coronavirus ha cambiado, el nuestro creo que es de los menos graves, nos regala más tiempo para saborearnos el momento, pensarla mejor, qué tal que nos rajamos (jeje, no se asusten) la fiesta se logrará y llegará con más ganas de abrazarnos.
Además, hoy amanecí con un grano enorme en la cara, así no me hubiera podido casar, jajajaja
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