viernes, 11 de agosto de 2023

¿Cuáles son las bacterias-instante que alimentan tu flora-vida?

Si no queremos que el monstruo de la cotidianidad capitalista nos trague, hay que hacer algunos esfuerzos y pausas.

Por eso he intentado cada cierto tiempo escribir, como si esa fuera mi ancla a la contemplación, ese elemento que le da aroma al tiempo, como diría el filósofo Byung Chul Han y que lo resumen en este video  que me recomendó mi suegra.

Mi maestra Mariana Schmidt dice que no recordamos para escribir, sino que al escribir recordamos y desde mi punto de vista, no hay mejor forma de traer un recuerdo a nuestro presente que al leerlo plasmado con nuestra propia voz.

Un camino para encontrar mi voz ha sido este blog y otro, ha sido, el intento cotidiano de analizar quién soy a lo largo del tiempo, congelando instantes que percibo como reveladores de mi esencia.

Estos meses hay algunos que quiero retratar aquí en palabras desordenadas, que intentan ser pinceladas, abiertas a los trazos de las reelecturas en el tiempo y el espacio.

He aprendido que las estaciones no tienen tanto que ver con cambios de climas, sino con sensaciones. Y a lo largo de estos meses he vivido ya las 4 y en un orden fuera de lo común.

El verano comenzó al ver a mi sobrina hacer trompetillas, comer embarrándose y nadando con una gorra que le resalta los cachetes preciosos que heredó de mi hermano. Siguió al cantar a todo volumen está canción con mi abuela o amanecer a lado de mi mamá y mi papá y probar juntos tamales, quesadillas, tacos y cada bocadito que sabe a hogar.
Otra forma de entender el hogar me sucedió en un Cerro gordito con personas muy queridas y por supuesto con colibríes o en un panteón rodeada irónicamente, de cariño vivo.

Viví un trozo de invierno, cuando supe de la desaparición de una mexicana en Berlín, un hecho que nos arrancó por semanas la certeza de que aquí podíamos sentirnos seguras. Por suerte se asomó la primavera, cuando brotaron flores de solidaridad por todos los rincones.

También sentí el nacer de las flores al ver amigas en México, en Paris y en Berlín; encuentros que me dan la certeza de que ciertas semillas nunca terminan de florecer.

El otoño me agarró andando en bicicleta y descubrir, empapada de lluvia que existe algo como el frío-calor. Berlín es experto en romper con dualismos.

Y yo me he vuelto experta en digerir instantes para disfrutarlos, me gusta creer que soy como esas bacterias que hacen los procesos de fermentación y generan probióticos que alimentan nuestra microbiota.
Probióticos: qué bonita palabra que se relaciona con estar a favor de la vida (pero ojo, no soy pro-vida)

No dejo de pensar en que si la vida fuera un "fermento" , tendríamos que volvernos alquimistas para buscar que se reproduzcan esas bacterias que permiten que no nos pudramos. ¿Cuáles son las bacterias-instante que alimentan tu flora-vida?

Yo sigo descubriéndolo, a veces son las Goyas que canto con mi papá, otras son los chilaquiles que como con mi hermano, cuñada y sobrina, también pueden ser las pláticas con mi mamá cuando intenta peinarme, una tirada de Tarot con mi prima o un "que duermas con los angelitos" de mi abuela.
Son las risas cómplices de mis amigas o un abrazo de reencuentro con mi pareja y mi familia de acá. Son los colectivos en México como México Juega o Musaa y en Berlín como el Bloque Latinoamericano, las Sor Juanas o Xochicuicatl, que me recuerdan que sólo en comunidad se logra la lucha, la creatividad o la inspiración. También son mis colegas en el trabajo que deciden que dibujemos alebrijes para alegrar nuestros espacios. Son esos momentos en los que Adrián y yo imaginamos crecer nuestra familia. Son muchos otros instantes que se quedan en lo que soy.

Mi vida está llena de probióticos que alimentan mi gratitud y sólo así, logro sobrevivir al monstruo y tener fuerzas para luchar contra él.