jueves, 9 de mayo de 2013

De vientos y Buenos Aires


Salgo del cuarto en el que duermo con 2 argentinas de provincia, una colombiana y una venezolana, quienes rentamos en la casa de una uruguaya ubicada cerca del centro de Buenos Aires.
Me dirijo a comprar leche en el local de los chinos, en dónde todo es más barato y aunque de dudosa calidad es una buena opción para una estudiante mexicana.
En la esquina me encuentro con un par de jóvenes fumando marihuana y paso sin prestarles mucha atención. Antes de llegar observo como un hombre, sube a su auto lujoso a una trabajadora sexual, quién a pesar de la hora, ya comenzó sus labores. Al distraerme me tropiezo con una bolsa  de desechos del Starbucks, al parecer no han pasado a recogerla, probablemente porque los transportistas volvieron a frenar sus labores por demandas de los trabajadores.
Cuando llego a la primera tienda de los chinos me doy cuenta de que está cerrada, así que sigo caminando a la avenida para buscar otro local comercial. A lo lejos se escuchan los gritos de las madres en Plaza de mayo, exigiendo justicia por sus hijos desaparecidos durante una de las dictaduras.
En la siguiente esquina, un hombre duerme en un colchón viejo tapándose del frío con cartones y a pocos metros, de un edificio lujoso sale una joven paseando a 6 perros que llevan un mejor abrigo que el hombre dormido.
En el hospital más cercano, hay una fila grande de personas esperando para entrar, mientras vendedores ambulantes les ofrecen diferentes productos, el sonido de un avión que pasa cerca, despierta a un niño.
En esos momentos viene a mi cabeza una de mis tías diciéndome “Ché, acá las cosas van de mal en peor, no podemos cambiar nuestro dinero a dólares y cada vez estamos más pobres, nunca podremos viajar a México, no nos alcanza para subirnos a un avión, a veces ni para comprar medicinas” callada la observo y le doy un sorbo al mate que me preparó; me cuanta que las cosas en provincia son peores que en la capital. Ella y sus hermanas son de San Juan, del norte, en donde los climas son extremos y la vida tranquila, viven con lo básico, sin lujos.
Cuando llegué a conocer la tierra de mi familia, percibí un olor a viejo, parecía como si el tiempo no hubiera pasado por ahí, muchas calles no están pavimentadas y las gallinas y vacas forman parte de las casas. Todos se conocen y frecuentan los mismos lugares, tal vez como algunos pueblos de México.
La producción de vino es su especialidad aunque cada vez hay más competencia y el cambio climático se las está complicando.
Mientras comemos un asado las pláticas de política están prohibidas, aunque es clara la división entre los que están de acuerdo en que siga la minería a cielo abierto a cargo de empresas canadienses y los que no; su conclusión es que al final no hay nada que hacer, los políticos siempre hacen lo que quieren con los recursos.
Sigo caminando para comprar la leche, encuentro abierto un pequeño local a un lado de un espacio tomado que se usa como bachillerato popular, en donde se anuncia la presentación de una murga, emocionada apunto el lugar y la hora, las murgas me gustan porque muestran organización y resistencia; muchas tienen contenido de sátira política y con su música y vestuario alegran la vida en las calles.
Cuando entro a la tienda escucho los gritos de unos señores, al principio me asusto pero al poco tiempo me doy cuenta de que no es más que el festejo de un gol.
Saliendo de las compras decido tomar otro camino de regreso, a la vuelta me encuentro con varias personas de diferentes edades vestidos igual cantando dentro de un parque. Me acerco y confirmo que como imaginaba, forman parte de un grupo religioso. En Buenos Aires como en México, muchas historias se tejen entre el fútbol y la religión.
Antes de cruzar la calle, una ciega me pide que le ayude, la acompaño un par de cuadras, mientras intercambiamos algunas palabras, un joven rosa mi hombro corriendo, mi acompañante me pregunta por lo que pasa, pocos segundos después un par de policías atrapan al hombre, lo golpean  y le quitan la mochila que lleva para entregarla a un adolescente con uniforme escolar. Le describo la situación a la ciega que va conmigo, le digo que supongo que en este mundo a veces es mejor no ver lo que pasa; sonríe y contesta: estas cosas me duelen igual aunque parece que no las vea, me río apenada y nos despedimos, me queda una sensación extraña.
Decido sentarme unos segundos en un parque a ver a una pareja bailar tango, la pasión entre ambos me hace sentir de nuevo que en la vida hay mucho que disfrutar.


A pesar de que Latinoamérica esté llena de estas situaciones que evidencian la desigualdad, reproducen sistemas de explotación y buscan imponer modelos ajenos a sus realidades; son muchas las personas que están luchando y construyendo alternativas, ya sea para evitar que las dictaduras regresen o promover que se tome en cuenta a quienes forman parte de lo que parecen minorías y se les permita llevar a cabo una vida digna.
Parques, espacios tomados, la universidad, teatros, librerías, bibliotecas públicas, etc. son espacios en los que se puede generar resistencia y cultura, pero sobretodo experiencias educativas, de esas que transforman , que dejan de disfrazar a los derechos en servicios y permiten que cada ser humano pueda ejercer su libertad y transformar su historia .
Argentina es un ejemplo de que a pesar de las adversidades, es posible la organización, es un lugar en donde la palabra colectivo se ha vuelto un asunto  de construcción  cotidiana y la palabra mate no se relaciona con matar, sino con matear, este verbo que es sinónimo de compartir y que es una invitación para que estemos donde estemos busquemos pretextos para contar nuestras historias, compartirlas y aprender de ellas.

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