lunes, 6 de mayo de 2013

¿Desde dónde construimos la lucha por la vida?



Estos días, ha sido una pregunta que ha girado en diferentes espacios a lo largo del VII Seminario Internacional Freiriano. "Luchando por la vida digna: un grito colectivo."
En el que personas de aquí y de allá (UPN, UNAM, ENEO-Neza) nos organizamos para construir un espacio para el diálogo y para compartir experiencias que nos permitan leer mejor la realidad para transformarla.
Sin perder el espíritu Freiriano que nos convocó, la reflexión sobre nuestra práctica nos permitió posicionarnos con respecto a los acontecimientos que suceden en nuestro país.

Es cierto que basta con salir a las calles para percibir la pulsión de muerte que nos rodea, a diario nos enteramos de un sin número de actos que muchas veces reflejan una crueldad humana difícil de creer.

¿Qué lleva a un ser humano a destruir a otro?
Esto es difícil de contestar pues pienso que pueden ser muchas razones, sin embargo, también pienso que no hay razón suficiente que valga.
En los diferentes ámbitos, el laboral, familiar, escolar, etc. se presentan situaciones de agresión que es necesario identificar para evitar, pues poco a poco se agudizan y pueden terminar con la vida tanto propia como de alguien más.
Partiendo de la premisa de que tanto el Eros (pulsión de vida) como el Tánatos (pulsión de muerte) se encuentran en nosotros y limitan nuestras acciones, debemos ser capaces de reconocer cuando actuamos desde una u otra y las consecuencias que puede haber.
La complicación en cualquiera de los casos se encuentra en que no siempre es la razón la que nos guía, de hecho la mayoría de las veces actuamos desde las emociones, siendo estas las que nos inclinan a uno u otro lado de la balanza y por lo tanto las que con mayor medida debemos conocer y canalizar.
Otra complicación se encuentra en el sistema del que formamos parte en el cual a cada momento se nos invita a competir, consumir, sobresalir, a tener más a costa de cualquier cosa y por encima de quién sea, poniendo como normales las condiciones de vida de muchos y muchas que no cubren sus necesidades primarias y mostrando la violencia como algo de la vida cotidiana; en algunos casos el ser humano se convierte en un número y en los medios de comunicación con frecuencia aparece "40 desaparecidos" "100 cuerpos" etc. haciéndonos cada vez más insensibles ante la destrucción de la vida, no sólo humana sino del planeta entero.
Con todo esto, ¿desde dónde construimos la lucha por la vida?
¿Cómo hacer para que a pesar de lo que nos rodea, nuestras acciones tiendan hacia la vida y eviten que se siga negociando con nuestra dignidad?
Dignidad es otra palabra que parece que se nos ha olvidado, en ocasiones no sabemos siquiera definirla y por lo tanto defenderla, lo cierto es que desde mi punto de vista la lucha por la vida y la dignidad deben de ir de la mano pues vivir sin dignidad no es vivir.
Luchar por una vida digna ¿Qué implica?
Quizá caminar sin pisar ni ser pisados por nadie, conocer nuestras historias y hacernos responsables de transformarlas, escuchando todas las voces posibles sin caer en manipulaciones, ejerciendo nuestra libertad y construyendo posibilidades que a todos y todas nos permitan, además de cubrir nuestras necesidades primarias, desarrollar nuestra creatividad y en ella canalizar nuestras emociones.
Quizá en la medida en que más personas tengamos una vida digna, será menos la violencia que se desate hacia otros, que muchas veces es producto de la desigualdad o del poco respeto que nos tenemos a nosotros mismos y por lo tanto a los que nos rodean; producto de un sistema que nos oprime y nos invita a reproducir ciertas prácticas.

Cada uno sabemos qué actividades nos permiten tener una vida digna, está en nosotros luchar por ellas y encontrar las formas de canalizar nuestras emociones y dejar que la pulsión de vida sea más fuerte que la de muerte.
Tal vez nuestras formas de luchar deban comenzar por transformar lo que nos indigna en cualquiera de los espacios y tiempos de los que formemos parte.

Al final, a pesar de todo, está en nuestras manos hacer lo que históricamente es posible y que cada vez sean más y mejores las historias que podamos contar.





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